Nombre: Verónica Romero
Puesto: Educadora
Tiempo en acuarela: desde septiembre de 2014
¿Cuál es tu función en Acuarela de Barrios?
Soy la responsable del grupo de los más pequeños (de 6 a 9) años en la que realizamos una labor de apoyo escolar diaria. Dentro de mis funciones se encuentra la asistencia a tutorías en los centros docentes para facilitar el progreso académico de nuestros niños/as. Además, me encargo de llevar a cabo actividades de ocio como: manualidades, proyectos de Educación Ambiental, visitas al parque infantil de tráfico, actividades puntuales…
¿Cómo definirías a la Fundación Acuarela de Barrios?
Pues me gusta compararlo con un ecosistema, en el existen múltiples componentes y cada uno a la vez es independiente del otro, sin embargo, aporta y necesita del resto para realizarse plenamente. Es una explosión de sentimientos continuos.
¡Somos una gran familia! Apostamos por la igualdad de los derechos y deberes, por la integración y el bienestar social. En definitiva, no hay día que no termine sonriendo, camino a casa, recordando conversaciones, gestos y las anécdotas diarias.
¿Qué te aporta Acuarela?
Me aporta ilusión y confianza en la educación. Considero la educación en todo su amplio sentido, pienso que es la base de todo, educar en libertad, en empatía, asumiendo consecuencias de las decisiones personales…
Las cosas importantes de la vida no son cosas, son momentos, sentimientos, emociones…En mi opinión, hay que apostar y aportar para que esta sociedad sea cada vez más justa y humana.
Podrías compartir con nosotros alguna experiencia o anécdota especial
Tengo miles, pero voy a compartir con vosotros una que significó mucho para mí. Hace tiempo, tenía especial afinidad con dos niños nigerianos que en poco tiempo nos comunicaron que dejaban Lucena. Para mí fue triste, y, pienso que incluso egoísta, por saber que ya no los volvería a verlos a diario, no disfrutar con sus inventos y sus discusiones de hermanos que siempre terminaban en risas dejándolos en la puerta de su casa. Lloré bastante al despedirme de ellos y de la madre. De hecho, pensaba que estarían peor. Pero pasados unos meses resultó que terminaron en un pueblo cercano y fuimos a visitarlos. Estaban bien, como siempre, felices y con un brillo en los ojos que cautiva.
La moraleja de esta situación es que en ese momento aprendí que hay cosas que no están en nuestras manos, pero sentí mucha paz al saber que las que sí están, las hemos intentando hacer lo mejor posible. Todo ello hace que por las noches descanses bien, sintiéndote realizada y cada día más enamorada de tu trabajo